LA ESCUADRA
Era injusto antes y lo es ahora. Era todo horroroso hasta que aparecieron tres victorias consecutivas. El Rayo Vallecano daba buenas sensaciones. Creaba ocasiones y generaba peligro. Era un equipo reconocible. Se han corregido fallos, sí, y se ha cambiado el sistema, pero el trabajo es el mismo. Sin embargo, los insultos se han escondido.
Y digo escondido porque estoy seguro de que están esperando a ver la más mínima debilidad para volver a aparecer. Siempre me ha parecido injusto el condicionar la validez de un entrenador a los resultados y este caso no es diferente. Han caído todos los directores técnicos de la parte baja de la tabla. Athletic, Huesca, Villarreal… Pero el Rayo no. El Rayo confió, y ahora aparecen los frutos.
El entrenador que salvó al equipo de bajar a Segunda B y lo ascendió a Primera es el mismo. El mismo que empezó mal esta temporada con unas victorias más. El trabajo es el mismo.
Resultadismo. El rayismo ha vivido este curso el ejemplo claro de lo que es. Su definición más clara. Si ganas, vales, aunque dependa de si tu portero para un penalti en el 88. Si pierdes, no, aunque tu equipo cree ocasiones y genere peligro.
Da igual que el equipo haya estado casi el doble de temporadas en Segunda que en Primera. Da igual que su mejor posición histórica haya sido un octavo puesto. El resultadismo manda, y en el fútbol tiene su dictadura.