Nostalgia en tiempos de búnker.
No soy yo si no soy con ustedes. Echo de menos ponerme la camiseta, caminar hasta el metro y el viaje rápido que une Tribunal con Portazgo en los días de partido.
Una vida sin fútbol se parece a una cerveza sin alcohol.
Este síndrome de abstinencia rayista es insoportable.
Podemos ver partidos viejos en YouTube, sí, pero eso alimenta más el deseo. Cuando en casa me siento en la silla, imagino que es aquella butaca de vuelta ocupada por mi culo; cuando enciendo la televisión, pienso en buscar el canal para ver al Rayo jugar fuera. Desde la ventana miro al cielo y sé que ese mismo cielo está ahora encima del Estadio de Vallecas, y trato de viajar con la mirada, de completar una vez más el trayecto, pero el consuelo se va con las nubes. En este encierro escucho los ruidos del bar Líder, la voz de los amigos que allí encuentro y el murmullo futbolístico de la Albufera, siempre canción inédita. Chocan los tercios en la memoria. Hoy los ojos se aburren, y le piden a la cabeza que los nutra de aquello acostumbrado: una cerveza invitada, el paso de las camisetas, los cánticos fuera del estadio, la cercanía cordial con los rivales, el caminar quitándole distancia al estar en ese lugar tan confortable, la cancha, un segundo útero, un primer hogar futbolístico. Gaston Bachelard, filósofo francés, escribió en un libro memorable, “Poética del espacio”, “Yo soy el lugar en el que estoy”. De acuerdo, Gaston. Yo no soy yo si no estoy en el Estadio de Vallecas. Ojalá nos veamos pronto y podamos abrazarnos sin temor a nada.