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Larrivey Primero de Vallecas

Desde hace unas semanas, cada puesta en escena del Rayo Vallecano en Liga lleva adjunta la etiqueta de final. Su condición, posición y necesidad de puntos lo justifican y la intensidad de cada uno de sus partidos lo demuestra. Por ello, el triunfo ante el Valencia del domingo no es uno más y deja para la posteridad un nombre con apellido propio: Joaquín Larrivey.

El argentino abandonó Vallecas profundamente emocionado, con los gritos de “Larri, Larri” de la afición franjirroja resonando en su cabeza después de la que fue su primera gran noche en el Rayo Vallecano. No es el jugador con más talento que ha pisado la Albufera. Ni el más rápido. Ni el más habilidoso. Ni siquiera el que mejor remata a puerta, aunque sus testarazos valen oro. Tampoco es el más guapo ni alguien extrovertido capaz de liderar en el vestuario, pero reúne todos los ingredientes necesarios para ser profeta en Vallecas.

Larrivey es un tipo humilde y honrado, futbolista de los de paleta, mono y andamio. De esos que entendió hace mucho que no solo se puede construir un buen muro a base de talento, sino a base de mucha pala y pico y sobre todo, de mucho trabajo. El delantero de Gualeguay (localidad argentina de la que procede) se ha ganado el cariño de compañeros, técnicos y aficionados a base de mucho corazón y trabajo. Cada entrenamiento y partido es una buena prueba de ello.

Vallecas adora a Larrivey porque este ejemplifica sobremanera el espíritu del equipo y el barrio. Vive la vida con la convicción de no creerse menos que aquellos que tienen más o que teóricamente son ‘mejores’. Como el Rayo el domingo ante el Valencia. Como Vallecas en la vida real. De hecho, de no ser por su marcado acento argentino, estoy convencido de que podría caminar por la Avenida de la Albufera pasando por ser un vallecano más. Así es Larrivey.

Ahora bien, un jugador no se convierte en ídolo y titular en este Rayo Vallecano solo por sus convicciones ni sus carreras. Su potente juego aéreo le convierte en una referencia ideal para finalizar jugadas. El argentino ha marcado cinco goles, cuatro con la cabeza y está en el top ten de rematadores de cabeza de toda la Liga. Casi nada.

El “20” no solo aporta goles. Su estilo no condiciona, enriquece al equipo de Paco Jémez. La presión de los contrincantes, cada día más estudiada y atrevida, obliga más de una vez a buscar el área rival de forma más directa, incluso sin pasar el balón por los centrocampistas. Ahí emerge con fuerza la figura de Joaquín Óscar Larrivey, que no se amilana en la inferioridad ante las potentes defensas rivales para servir de desahogo y asistente a su equipo. La baja, aguanta y asiste. El argentino es una pieza básica para las necesidades del Rayo Vallecano. Ofensiva y hasta defensivamente.

La gloriosa noche que el domingo vivió Larrivey premia no solo a una persona y a un futbolista, sino a una forma de entender el fútbol y la vida. Es el triunfo del trabajo y de aquellos que viven en este planeta con el amor propio suficiente para no sentirse inferiores al resto. Vallecas tiene nuevo ídolo, un héroe de acento argentino.

Por David Briz

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