Costó, pero el Rayo Vallecano-Elche se jugó. Todo, después de dos aplazamientos, dos cambios de sede y tres días seguidos de operarios quitando nieve a pico y pala. La cabezonería e irresponsabilidad de Martín Presa y su junta gestora fueron los responsables de que el sábado fuese caótico: en él se escribió uno de los capítulos más sonrojantes de la historia reciente del club (y la competencia estaba alta), culminado con un comunicado oficial de la primera plantilla que denunció impagos, incumplimiento del protocolo Covid y señaló directamente a David Cobeño, director deportivo.
“Nos sentimos desamparados y cansados”, decían los jugadores. “Apenas aparece en el día a día (Cobeño) y cuando lo hace, no ofrece soluciones”, continuaban. Así, bomba tras bomba, se quedaron a gusto. Y se subieron a sus vehículos particulares para desplazarse hasta la Ciudad de Fútbol de Las Rozas, sede definitiva del partido de Copa (pagando 10.000€ por ella, eso sí). Y donde 75 minutos antes cayó eliminado el Fuenlabrada a manos del Levante. Fue un exilio caro y compartido.
Para colmo, los de Iraola debían afrontar la papeleta en cuadro. Las bajas por coronavirus y las lesiones obligaron al técnico a confeccionar una convocatoria sin delanteros y con cuatro canteranos (Roberto, Iker Recio, Manu Navarro y Dani Moreno). Enfrente estaba un Elche que acumulaba 11 partidos seguidos de Liga sin ganar y llegaba hastiado del día que le habían hecho vivir. Sufriendo lo que es enfrentarse al Rayo Vallecano de Martín Presa. Y no por su faceta deportiva.
Ya sobre el gélido césped de Las Rozas (donde se rondaban los -2º) saltó la primera sorpresa: Bebé hizo de delantero centro. Bueno, sorpresa a medias, pues viendo la convocatoria tampoco había muchas más opciones. Las otras dos noticias fueron la titularidad de Iker Recio en el lateral y la vuelta de Dimitrievski a la portería (no jugaba desde su expulsión en Butarque). Con esas y tras haber soltado peso con el durísimo comunicado, saltó el Rayo. Tocaba copazo.
Los jugadores salieron al campo mientras un grupo de aficionados entonaron varios “¡Presa vete ya!” y “¡Rayo sí, Presa no!” en el exterior. Y como si se hubiesen quitado una enorme carga mental de la cabeza, hicieron un partidazo. Sobre todo Bebé, algo alocado de cara a puerta pero enérgico al 200% en cada ataque. El Rayo fue un vendaval que borró del mapa al Elche. Sólo en los primeros 15 minutos se vieron hasta tres ocasiones clarísimas: Barri se la sacó a Álvaro García bajo palos, Bebé falló solo ante el Ruso Rodríguez y Comesaña marcó… En fuera de juego. Era un asedio sin derribo.
Hasta que Bebé sacó su cañón. El portugués disparó con potencia una falta, el balón atravesó una maraña de jugadores y el Ruso, despistado, se la comió. El gol es 60% cantada, 40% golazo. Pero valió un 1-0 de oro para los de Iraola. Al Elche, encima, le crecieron los enanos: Mfulu se lesionó justo antes del descanso y tuvo que entrar el joven Bri (se la jugó Almirón, dejando sólo a 7 jugadores con ficha del primer equipo sobre el campo).
En la segunda parte el Rayo hizo algo fuera de lo común: salir concentrado. Permítanme la expresión: no mamoneó. Aunque sí perdonó, eso siempre. Isi se plantó solo ante el Ruso y la tiró al muñeco; antes, Mario Suárez no consiguió empujar un balón muerto. Tampoco estuvo atinado Velázquez para rematar de cabeza un centro de Catena (sí, de central a central).
Ni Álvaro García, al que se le fue el control largo cuando se plantaba ante el Ruso Rodríguez. Una, otra, otra… Y no llegaba la sentencia. Hasta que apareció Catenbauer. El central se tiró con todo en un balón muerto dentro del área para mandar el cuero a la red y sentenciar el choque. Los gritos de los jugadores rayistas fueron el reflejo del alivio tras horas (y días) de tensión. Ya era real, el billete a octavos se quedaba en el barrio. El Rayo no sufrió, acunó el partido y respiró con el pitido final.
La historia interminable ha llegado a su fin. El Rayo-Elche se jugó con 10 horas de retraso y en un estadio neutral, pero ya es historia del fútbol español. Pasado. Ahora lo que se avecina es un vendaval extradeportivo, pues el club ha prometido responder a las “afirmaciones vertidas” este domingo. Vallecas está cansada y tiene ganas de poner las cartas sobre la mesa. Presa cada día parece más entre la pesada en la pared (se marchó escoltado por la Guardia Civil). Y el Rayo, mientras tanto, avanza a octavos de Copa. Sobrevive pese a todo, como siempre.