Tiene que ganar el Fuenlabrada, también puede no hacerlo el Girona, otra opción es el empate en el Fernando Torres… Cábalas, cábalas y más cábalas para aferrarse a la última bala por el playoff, pero todas tenían un denominador común: había que ganar a Las Palmas. Y no se hizo.
El Rayo Vallecano salió a morder desde la primera pelota, con la mentalidad de un equipo que aspira a ascender y un esquema (3-5-2) extraño, dotado de una defensa con Tito-Catena-Saúl y abundancia de centrocampistas. Jémez lo tenía claro, si moría lo haría siendo Jémez. Con sus jemezadas.
En el minuto 3 de la primera parte la tuvo Qasmi, pero se topó con la madera. Fue otra demostración por su parte de que ganas no le faltan, pero gol sí. Y el problema es que es delantero. No fallaría, instantes después, Joni Montiel. Jugada de Isi desde la izquierda que acabó empujando a placer dentro del área.
Poco antes del descanso empataría Rubén Castro desde los once metros. Un penalti polémico y ratificado por el VAR, otro capítulo de esa serie llamada “revisen la tecnología en el fútbol, por favor, es por el bien de todos”. Dimitrievski se volvió a adelantar, así que de haberlo parado se habría repetido. Pero fue gol.
Tras el paso por los vestuarios las noticias llegaron del Fernando Torres: dos goles del Fuenlabrada ante el Elche. El Rayo metió la quinta, sabiendo que estaba en su mano la última bala. Y Trejo puso el segundo. Disparo de falta que entró por el lado interior de la barrera.
A partir de ahí el Santa Inés sacó la coraza y amarró puerto seguro. O al menos lo intentó. Qasmi tuvo el tercero -no lo llamemos sentencia, nunca se sabe- pero su remate lamió el poste derecho. No tuvo grandes apariciones Juan Villar, el hombre doblete.
Sí la tuvo Rubén Castro para propiciar el disgusto local, pero su remate con la zurda se marchó por encima del larguero. También perdonó Cristian, obligando a Dimitrievski a hacer un paradón. Agonizaba el choque. Moría. Pero quedaba el veneno.
Rubén Castro y los once metros, otra vez. El canario falló el primer lanzamiento, encontrándose con los guantes de Stole, pero el colegiado mandó repetirlo. Ahí no perdonaría. Gol y 2-2. La hecatombe ya era una realidad. Fue el perfecto reflejo de lo que ha sido la temporada. Un equipo que sufre en los minutos finales, que no remata los partidos y que acaba empatando. Siempre empatando.
Hay una última bala y se llama milagro. Si el Rayo gana en la última jornada, el Fuenlabrada pierde en Riazor y el Elche no gana en casa al Oviedo, la franja jugará el playoff. La tensa soga de la jornada 41 deja casi sin vida al barrio de Vallecas. Tocará luchar hasta el final. Pero de todos los empates, este es el más doloroso. Y el que tiene menos remedio.