“Vaya tarde la de aquel 17 de Enero de 2015.”. El tiempo va pasando a medida que va dejando recuerdos imborrables en la memoria de un servidor. Están ese tipo de recuerdos que permanecen en la memoria pero que al poco de producirse acaban disolviéndose como un azucarillo. Luego están aquellos otros que vives con gran intensidad y que sientes que al recordarlo van a ser vividos de la misma manera, hasta que acabas cayendo en la cuenta de que todo era una falsa ilusión. Y luego, muy alejados de estos dos anteriores, están los imborrables. Aquellos que, justo en el momento en que se producen, tienes la certeza de que van a permanecer para toda la vida. Recuerdos que te hacen esbozar una sonrisa, que te hacen emocionarte y sentirlo “casi” cómo aquella vez primera. Esos son los recuerdos que uno busca en el camino, y en esa tan reducida categoría de recuerdos que permanecerán para toda la vida, estarán ya las diecisiete horas y treinta y seis minutos del 17 de Enero de 2015. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] Tres humildes locutores perdían completamente los estribos en medio de la muchedumbre[/dropshadowbox]
Fue el momento de la videncia – para más información, Javier Boned – , la emoción y la locura. También fue el momento de la justicia y de la rabia, del clímax y de la euforia, del griterío en territorio comanche….pero sobre todo, fue el momento del Rayo Vallecano. Lo había estado cocinando el cuadro de Paco Jémez cuán extremeño prepara un buen plato de migas de la tierra. El cronómetro avanzaba y el tan odiado número cero seguía luciendo en el videomarcador de Anoeta. La Real Sociedad apremiaba en su lucha ante el minuto en aras de dar una alegría a los suyos. El Rayo seguía a lo suyo. Haciendo un monumental partido en busca de la tan ansiada suerte que en otros momentos ha dado la espalda. Cuando el cabezazo de Manucho besó la portería de Rulli, tres humildes locutores perdían completamente los estribos en medio de la muchedumbre que se daba cita en el feudo guipuzcoano. Corazones teñidos de azul y blanco giraban la cabeza para ser partícipes “in situ” de lo que bien podía ser una remasterización de la película “fuga de cerebros”. [dropshadowbox align=”left” effect=”raised” width=”250px” height=”70px” background_color=”#d2eae6″ border_width=”1″ border_color=”#dddddd” ] El partido del Rayo Vallecano en San Sebastián fue lo más próximo a la perfección[/dropshadowbox]
El partido del Rayo Vallecano en San Sebastián fue lo más próximo a la perfección que se ha visto en el presente curso. Por eso, era merecedor de un final épico. Un desenlace que nos hizo permanecer gélidos ante la incertidumbre y ajenos a aquello que no fuera fútbol en ese momento. El pitido final de partido fue canto a la liberación y una oda a la felicidad. El sentir de unos cien aficionados que, pese a que no habían callado en todo el partido, chillaban y gritaban conscientes de que el viaje había merecido la pena.
Con veintitrés puntos, el Rayo Vallecano finaliza una primera vuelta que invita a pensar en positivo de cara al futuro. Partidos inigualables han sido mezclados con choques decepcionantes, pero la travesía ha llegado a mitad del trayecto y las sensaciones son más que halagüeñas para pensar que este año, el Rayo Vallecano puede estar un año más en primera división.
He de reconocer que soy un tipo extremadamente precavido, y sigo pensando que, al final, este equipo va a tener que sufrir para permanecer en la élite. Sin embargo, no seré yo el que se encargue de esfumar la felicidad que da ver al cuadro de Paco Jémez en la zona media de la tabla. Disfrutemos pués.
Antonio Morillo (@AMorillo17)