Uno de mis sueños frustrados, bueno, o por ahora no cumplidos, es entrenar a un equipo de fútbol. Gestionar un grupo de personas con mentalidades diferentes, estados físicos distintos, y, además, con una vida personal detrás que les afecta. Me parece un reto apasionante.
Si fuera entrenador, mi filosofía sería parecida a la de Paco Jémez. Me gusta el toque. No concibo el fútbol sin intentar tratar bien el balón. Por lo tanto, para ello necesitaré jugadores de calidad, que no tengan problemas a la hora de tener el balón entre los pies. Que sean atrevidos, pidan el balón y no les tiemblen las piernas conduciendo el esférico.
La segunda condición que pediría a mis jugadores es que se dejen todo en el campo. Quiero jugadores sacrificados, buenos compañeros y que defiendan el escudo que visten. Me gustaría tener un perfil de jugador sufridor, que haya peleado hasta el final por tener su oportunidad en un mundo tan complicado como es el del fútbol.
En el Rayo Vallecano tendríamos muchos ejemplos de este tipo de jugadores, pero por su historia personal, hay uno que destaca por encima del resto: Nacho Martínez. Un jugador que estuvo 6 años por las categorías bajas del fútbol español luchando por un sueño casi imposible y el reloj corriendo en su contra. Un jugador que hasta los 24 años no tuvo la oportunidad de debutar en Primera División y gracias a a un entrenador como Paco Jémez, que mira hacia abajo, hacia la cantera, y se dio cuenta de la calidad de este jugador del filial.
Para quien no lo sepa, el madrileño Nacho comenzó en un equipo de barrio como el Unión Adarve (barrio del Pilar). Su potencial pronto lo vería el Atlético de Madrid quien lo ficharía para su filial, pero no todo sería tan bonito. Tras tres años en la casa rojiblanca tuvo que bajar a la Tercera con el Alcobendas Sport, irse posteriormente a Pamplona al filial del Osasuna, volver dos años más tarde a Madrid, al Getafe B, donde a pesar de un gran año en el equipo azulón, se vio sin equipo al año siguiente y casi sin esperanzas de llegar a categorías mayores. El Rayo B, quien estuvo interesado en él en su etapa del Alcobendas, no se lo pensó cuando supo que estaba libre y le dio una oportunidad. La que sería probablemente la última gran oportunidad. Oportunidad, que esta vez, no dejó de escapar.
Nacho Martínez es un jugador muy consciente que debe dar prácticamente las gracias por cada partido convocado, por cada minuto que juega,… porque ha sufrido en su piel estar descartado, jugar en Tercera, en Segunda B, que entrenadores no confiaran en su potencial… Ahora vive su primer gran barco en Vallecas, donde es feliz disfrutando de su pasión y del equipo que le ha dado su gran oportunidad. Está claro que este tipo de jugadores jamás olvidan cómo llegaron a la Primera División.
Por este motivo, yo querría venticinco jugadores como él. Porque no tengo ninguna duda que se van a dejar todo en el campo juegue los minutos que juegue, comprometido con el equipo, con la cantera (especialmente con el Rayo B) y siendo uno de los grandes compañeros en un vestuario muy unido. Por ello, para muchos que conocemos cómo es de caprichoso es el fútbol, somos #nachistas.