En comparación, lo de Elm Street fue un sueño. Porque para pesadilla, la del Rayo Vallecano bajo el sol del mediterráneo. Un bochorno que recordó a otras épocas. Un desastre, sin peros ni comas. Sábado que habría hecho sonreír al mismísimo Murphy, referente de la amargura por aquello de “lo que pueda salir mal, lo hará”. Amén, dijo la Franja, que se inmoló tan rápido, que no dio ni tiempo a procesar todos sus pasos en falso. Desde la desconexión de Diego López el día de su estreno, hasta el patinazo de Iraola cambiando de manera -demasiado radical- a su sala de máquinas (Óscar Valentín y Comesaña se fueron, de una tacada, al banquillo; rotaciones). No hubo Rayo; no hubo partido. Al descanso la faena iba 3-0 y ya era tan incómoda, que pedía apagar la televisión.
Qué contraste con el pasado lunes (2-1), cuando un milagro de Unai López escondió bajo el sofá las evidentes carencias de un equipo que no deja la portería a cero desde la jornada 2 (0-2 en Cornellà-El Prat). Un grupo capaz de lo mejor y de lo peor. Porque si algo es imperdonable en este Rayo es que sea superado en intensidad. Y en el Power Horse, precisamente, faltó energía. El ritmo de Leo Baptistao, Embarba (expulsado en la recta final por una torpeza) y Robertone contrastó con un Rayo intrépido los primeros 5 minutos, pero desconectado desde la gran pifia de Diego López. El error de Dimi ante el Elche le abrió la puerta del once y nada más debutar, le regaló el balón a Embarba en salida de balón. En cuestión de segundos cometió penalti sobre el ex rayista, pero como la acción continuó y acabó en gol, esa fue la sentencia de González Fuertes.
Fue sólo el principio del fin. A los 16 minutos, llegó el segundo. Embarba puso un córner al primer palo, Babic se anticipó a Pathé Ciss y cabeceó en escorzo… y Diego López no detuvo un balón -bastante- centrado. Ahí se apreció a la perfección la inevitable falta de ritmo del portero, que no jugaba un partido oficial desde el 22 de mayo (hace 139 días). Le costará repetir ante el Getafe el próximo viernes y muchos miran a Miguel Ángel Morro, un fijo en la Sub-21 que, sin embargo, no recibe minutos en Vallecas. Algo falla en esa ecuación. El Rayo fue un títere durante toda la primera parte, donde encajó el tercero: Catena le dio unos centímetros a El Bilal Touré, los suficientes para que el de Malí empujase a la red un balón muerto.
Era un drama. Una sangría. Iraola intentó tomar cartas en el asunto con un triple cambio: Óscar Valentín, Comesaña y Falcao, al campo en el descanso. Se fueron Lejeune, Pathé Ciss y Salvi; recomponiendo al equipo con dos delanteros y Óscar haciendo las veces de centrocampista y central. Un pequeño paso al frente que, al menos, recordó que existe otro Rayo, uno valiente y vertical. El problema es que el roto ya era tal, que coserlo se había vuelto una utopía. La misión ya pasó a ser salvar el orgullo. Y en ella ayudó que el Almería decidiese replegarse y defender lo cosechado. Dio metros y minutos de balón a una Franja con mucha gente en campo rival, pero con pocas ideas. Otra vez, como ante el Elche: mucho centro lateral y parvo juego interior.
Trejo, recién renovado (hasta 2024) y del que nadie duda en todo el barrio, estuvo transparente, secado por un sobresaliente De La Hoz. Los rivales están aprendiendo que si anulan al Chocota, anulan a medio Rayo. Ahí tiene un problema Iraola. Apenas hubo amagos de Isi y Falcao; tampoco de Unai López. Los más activos fueron Pozo y Bebé, dos con hambre de demostrar que merecen más minutos; esa motivación es gasolina. Lo más preocupante es que Fernando acabó el partido son haber tenido que hacer ni una sola intervención de mérito. El Rayo acabó el partido con un 64% de posesión y sólo dos disparos a portería desde el minuto 5.
Frenó la hemorragia y sofocó el incendio con un testarazo de Catena en el minuto 80. Bebé puso el balón al corazón del área y el central lo mandó a la red de primeras. Sirvió para subir algo la moral de la afición antes del derbi del viernes. Decir, de alguna manera, que todo lo previo no volverá a pasar. El Almería puso fin a su gran sequía: cuatro partidos seguidos sin marcar y sólo una victoria en Liga. Ganó ante una Franja que no fue ella misma. Víctima de una matanza que dejó el cuerpo raro y la postura encorvada. Sólo un arreón en los minutos finales subió las pulsaciones. Balliu yerró entrando en carrera en el 94′ y Bebé, en el 97′ estrelló un misil marca de la casa en el larguero.
El rayismo siempre tiene en cuenta el cómo; sabe que se puede perder, pero con la cabeza alta y la camiseta empapada de sudor. En Vallecas se perdonan las derrotas, pero no los sonrojos.