Aviso para lectores: Esta crónica no está escrita ni redactada sino suspirada.
Cuando Lejeune relajó la marca y Dimitrievski hizo un homenaje a la vendimia en favor de Diakhaby pensé que había llegado mi hora.
Como Residente en su sesión dirigida a J. Balvin “esto lo hago, pa divertirme”, pero está dedicación tan devota como amateur ha sido recompensada siempre que ha sido posible de mil maneras, entre ellas con la posibilidad de acudir a Vallecas a afilar la pluma en directo y ver el césped, el ambiente y respirar fútbol.
Sin embargo, y como los fieles ya habrán podido leer en alguna ocasión mi deseo de disfrutar del templo se convertía en miedo cada vez que ocupaba mi asiento.
Desde el fichaje por UR hasta el día de hoy mis visitas a Payaso Fofó se habían saldado con derrotas ante Leganés, Girona, Ponferradina (el día que “conocí” a Isi) y Levante.
Quería ir, pero estaba convencido de mi condición de gafe.
El Rayo Vallecano derrotó al Valencia por 2-1, y en ese partido solo mi superpoder evitó una victoria cómoda de la franja.
Juraría que desde mi asiento de la fila 12 vi a Andoni Iraola mirarme como diciendo, déjate de bobadas, hoy ganamos pero entendí que en su tiro de cámara estaba el palco. No sé.
Cuando los rivales te conocen, tener un once estable puede convertirte en previsible solo queda salir fuerte y por supuesto, trabajar. El Rayo suele hacer las dos cosas y pronto tuvo premio.
Fran García pelea un balón perdido, logra tocar ante la desidia de Hugo Duro, Gabriel Paulista despeja con desgana y Trejo pelea y, pícaro, le saca la falta a Correia.
El capitán rayista mira y remira e Isi le espera al primer palo sin desmarques ni movimientos que llamen la atención de quien cubre su zona. Duro, que sin Bordalás está pleno de melancolía llega tarde para tapar a Palazón que recibe listo el raseo de Trejo para el murciano que y lo envía a la red. (1-0).
El Valencia fue durante muchos minutos un juguete roto. Isi probó su fusil y solo la acción de Diakhaby evitó el segundo. En el saque de esquina posterior el balón se paseó por el área, juguetón, incluso haciendo un caño a Nico,que pensó “eso no me volverá a ocurrir”. Un minuto después Catena fue Trejo y en tres cuartos le puso un balón con magia al Chocota que éste, tras mandar a la lona a su defensor con un regate estrelló en Mamardashvili. El rechace fue a Álvaro García que hizo de nuevo emplearse a fondo al georgiano, un arquero que solo tres minutos después sacó una mano extraordinaria para frenar el zurdazo de Camello.
Los veinte primeros minutos del Rayo los pudo firmar el Madrid, el Barça, el Bayern o el City, pero mi superpoder, temía yo, seguía vigente. Cinco minutos más tarde, Óscar Valentín, en todas partes, probó fortuna.
La pausa de hidratación no pareció frenar al Rayo ante un Valencia inoperante que solo equilibró el partido cuando mejoró en intensidad y Gil Manzano tuvo su cuarto de hora de gloria,con sorprendentes decisiones en saques de bandas, faltas iguales castigadas de distinta fortuna. Todo esto más el ataque de orgullo de José Luis Gaya, único jugador destacable de los chés junto con el arquero y un Yunus Musah muy prometedor hicieron que los valencianistas terminaran el primer acto con dignidad.
La segunda parte comenzó con susto para los locales y el segundo aviso para Nico de que hoy no iba a ser su tarde. Yunuh Musah se interna por la banda derecha y la pone al punto de penalti para que el hijo de Fran solo tenga que empujarla. Nico demuestra no ser tan zurdo como el mago de Riazor y remata increíblemente fuera.
Dos minutos después, el mediocampista cedido por el Barcelona desea resarcirse y en su intento de robo de balón regala una falta a Trejo ya como en vida, madurito. El capitán bota la falta y Diakhaby, inseguro envía el balón a córner. Isi la pone al primer palo, Trejo prolonga a la “remanguillé” y Nico, está vez sí, con la zurda, la mete en su propia portería.
Un minuto después, Nico, que pasó de deseado a meme de la afición de Vallecas la da con la mano y Camello en la siguiente acción saca el tarro de las esencias y casi anota el tercero.
Aquello fue demasiado para Gattuso que retiró a Nico para introducir en cancha a Marcos André, otro que rechazó al Rayo.
Como ocurriera en la primera parte los siguientes diez minutos para el Valencia fueron un suplicio,un martirio del que salieron más magullados que un saco de boxeo pero igual de vivos ante el goce estupefacto de todos los que estábamos en el campo.
Gattuso pegó dos gritos y su equipo empezó a parecerse a Gennaro o a Jens Jeremies, a esos jugadores de entusiasmo contagioso y calidad ajustada que tiraban de los demás.
Musah lo intentó, Marcos André lo peleó y Kluivert (Justin, nombre y con tilde en la i, descripción de sus condiciones) lo revolucionó. Paulista se hacía grande y el Rayo empezaba a sentir el cansancio.
El Rayo, sin embargo, tiraba de oficio y hacía pasar los minutos de un modo casi plácido a pesar de algún sustito mínimo.
La candidez de los jugadores valencianistas facilitaba la tarea, pero la salida de la cancha de los líderes espirituales de la franja, los Oscars hizo que los de Iraola fueran empequeñeciéndose hasta sufrir de un modo innecesario.
Ya en el descuento Mouctar Diakhaby anotó el 2-1 y yo me sentí un ingrato. No tuve ninguna duda de que el Valencia empataría el partido en los cuatro minutos restantes. Era un partido de goleada sonrojante y un resultado tan ajustado era solo explicable desde mi condición de gafe extremo para la franja.
Pensé porqué demonios acepté la invitación para ir a la cancha a pesar del placer de compartir impresiones con Alejandro y Carol o de ver a Juan o a Mario entre otros.
Me sentí tan mal que solo pude respirar aliviado cuando Gil Manzano indicó el centro del campo, me prometí sin falta poner una vela a San Andoni y confesé a mi amigo Beni mi condición de gafe ahora rota por los peloteros del Santa Inés.
¡Qué bien se queda uno, oye!