“Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.” (Jorge Luis Borges)
Las derrotas no llegan nunca en buen momento, pero quizá este sea el más indicado. El próximo visitante de Vallecas, el Mallorca, ya salió escaldado de Payaso Fofó y ahora llegará al barrio con la ilusión de obtener el billete para semifinales de Copa. Además, vendrá con un vídeo en sus retinas, el del partido de los leones en Vallecas.
Para ganar en Vallecas un equipo debe ser intenso, duro, veloz, ordenado y algo afortunado. Todo eso fue el Athletic, no necesariamente en ese orden y alternando unas cualidades con otras en el momento adecuado.
El Rayo Vallecano no tuvo su mejor día, pero aún así mereció el empate aunque los goles no se merecen , se logran.
El respeto se gana con los resultados y el Athletic respetó al Rayo, tanto que decidió incordiar para frenar la intensidad del Rayo, corrió para amedrentar a los zagueros franjirrojos y como los polis de las películas americanas y alguno de fuera de ellas, pegar y luego preguntar.
La madre del cordero fue esa, el trencilla. Durante años el éxito de técnicos como Bordalás o Simeone fue rayar el reglamento como un moderno un vinilo viejo o un patinador de hielo un suelo de tarima. Hoy Marcelino tomó ejemplo, tanteó , vio y venció. La actitud laxa de Cordero Vega con los jugadores bilbaínos impidió al Rayo alcanzar la velocidad de crucero al ver como las continuas faltas, algunas de claro color amarillo eran consentidas sin castigo alguno.
Al Rayo parecía faltarle gasolina y cuando pareció liberarse del yugo rojiblanco llegó el mazazo. El balón llegó al área, Ciss fue blando a la par que cándido (una queja amarga hubiese supuesto una falta clara por juego peligroso) y el balón llegó a Serrano que anotó un golazo en su debut.
Los goles no se merecen, se marcan.
El Rayo, tras superar el bajón del gol recibido fue cercando el área de Unai Simón con más fe que acierto y el Athletic se mantuvo firme y bien cerrado obligando al conjunto de Iraola a buscar uno tras otro centros laterales que provocaron una tonelada de saques de esquina sin éxito alguno.
En esas estaban los locales cuando Cordero Vega demostró que los árbitros de ahora son más altos, más guapos y más fuertes que los de antes pero siguen sin haber jugado un partido en su vida. Cierto es que yo no me pondría en su pellejo con esa locura de cambios de criterio en pocos años en aspectos del juego que fueron inmutables durante el más de siglo y medio que tiene el deporte rey.
Dios me perdone no recordar quien fue el pelotero de Lezama que hizo el penalti, pero solo puedo decir que no era Unai Simón y por lo tanto, la mano dentro del área de un jugador que dirige su brazo hacia un balón intentando tapar un disparo es penalti. Ya puede tener las manos pegadas al cuerpo con Super Glue o con cinta americana, que es penalti. No será zamorana porque no despega el codo, pero es palentina. Y eso no tiene que ver con poner el listón bajo o alto, es haber jugado alguna vez. El VAR fue, otra vez, el cordero de Dios que quitó el pecado del área y no hubo modo.
El Athletic pudo sentenciar con las salidas de los William y Raúl García pero no lo hizo. Lo que sí hizo fue ser el segundo equipo consecutivo en Vallecas que no para de jugar cuando un compañero de profesión sangra en la cancha, en un guantazo intencionado que Zárraga propinó a Trejo y que el “inefable” Cordero Vega “castigó con tarjeta amarilla.
El Rayo, solo por asedio y no por acierto intentó el empate, pero, como ya se ha dicho por aquí los goles no se merecen, se anotan, y cuando en una acción postrera lo quiso hacer Catena fue probablemente frenado en el área ilegalmente (penalti). En el maremagnum el balón fue retenido por un zaguero visitante, da igual el nombre, hoy todos fueron operarios de zapa y Cordero, de nuevo redentor, obvió castigar el libre indirecto en el punto de penalti para señalar no sé qué falta visitante. Los últimos minutos de Cordero fueron un homenaje al cinismo. Engordó el listado de cartulinas amarillas visitantes para evitar la crítica objetiva y favorecer, esta vez de un modo involuntario, el retraso del juego de nuevo favoreciendo al infractor.
El Rayo cayó con orgullo, sin rendirse nunca pero con una evidente falta de fondo de armario, que , con los deberes casi hechos le permitirá aún soñar con la Copa y le impedirá mantenerse en los puestos europeos, aunque lo de Iraola y los suyos es tremendamente honorable. Mejor perder hoy que a primeros de febrero. Hoy simplemente, no pudo ser.