Todos dando la espalda al campo. ¿A quién le importaba lo que sucediera sobre el verde? “¡Presa vete ya!” -se gritaba al unísono. La afición estaba unida, pero iba al margen del equipo. Lo importante estaba en el palco. Vallecas dejó de ser un fortín, Vallecas estaba desconocido.
No hace tanto de todo esto. Justo hace un año, el Rayo estaba a 10 puntos de los playoffs y el ascenso era una quimera. Lo peor estaba por llegar. Caso Zozulya, multas, denuncias… y el equipo en descenso. Llegó a estar a cuatro puntos de la salvación, rozando el infierno.
Remando en una misma dirección
Ahora todo a cambiado. En el último encuentro frente al Alcorcón, solo se cantó el famoso “Presa vete ya” en una o dos ocasiones. La grada estaba enchufada y se remontó un 0-1 en menos de diez minutos. Unión, unión y más unión. El equipo sabe a lo que juega, los jugadores tienen un objetivo claro y en el banquillo hay un entrenador que lo tiene más claro aún.
Míchel ha sabido resucitar al equipo. El Zinedine Zidane del Rayo. El Pep Guardiola de Vallecas. La temporada pasada comenzó con peleas internas, con choques directos entre Sandoval (entrenador del primer equipo por entonces) y algunos jugadores. El club franjirrojo era un polvorín. Ahora, todo ha cambiado.
La plantilla es una piña. El buen rollo se palpa y el compromiso, también. Desde Fran Beltrán, el alma de este equipo; hasta Alberto García, un recién llegado elegido capitán. Un caso paradigmático es el de Adrián Embarba. Denostado por parte de la afición, se ha ganado el respeto a pulso. Goles, asistencias, regates y buen juego, marca las diferencias partido tras partido y la hinchada lo agradece y reconoce. Su renovación solo ha sido el culmen.
Con U de Unión
Si una palabra define la situación actual del Rayo es Unión, hay muestras de ello por todas partes. Cobeño en la celebración de los 25 años de Bukaneros, el ambiente que se vive en Vallecas domingo tras domingo… quizá en esta ecuación falle el trato a algunos medios de comunicación, pero eso es harina de otro costal.