Plantear un partido contra uno de los equipos, a priori, más fuertes de la competición nunca es fácil, y menos cuando cuenta con el apoyo de su afición y la confianza de jugar en casa. El Atlético de Madrid venía de sacar adelante un partido frenético contra el Athletic, en Bilbao, hacía escasos cuatro días y Simeone decidía dar continuidad en el once a los jugadores que cumplieron en San Mamés. A excepción de Koke, que era baja por lesión muscular.
Si existe una regla no escrita que dice que en los partidos grandes no se hacen (muchos) cambios, Iraola la desconoce, o quizá en el Metropolitano prefirió ignorarla. La formación fue el habitual 4-3-3, pero Lejeune, hasta ahora un fijo en la zaga, se quedó en el banquillo para que Mumin debutara como titular en la Liga Santander. Sin la presencia de uno de los pilares del equipo, el capitán Óscar Trejo, por lesión, Pozo entró como enganche, y el entrenador vasco optó por Pathé Ciss en el medio para dar más
músculo al equipo. Además, eligió un perfil de delantero más clásico, como es Falcao, para mantener fijos a los centrales atléticos.
La estrategia no obtuvo en la primera parte los resultados que buscaba el cuerpo técnico. El Atlético de Madrid entraba al partido a un ritmo muy alto y conseguía hilar su juego de ataque con facilidad, obligando al Rayo Vallecano a defender muy atrás. Los de la franja no podían desplegar su juego de toque habitual y una pérdida en salida de balón costaba el primer gol al Rayo.
La valentía de Iraola había quedado patente en el planteamiento inicial, pero llega el descanso y el vasco, a sabiendas de que su idea no está funcionando, empieza a tomar decisiones que serían trascendentales durante el transcurso de la segunda parte. Estar dentro del vestuario para escuchar las palabras del entrenador rayista hubiera sido un privilegio porque los jugadores salieron con otra actitud al césped del Metropolitano. Comesaña entró por Pozo en el descanso y la Franja empezó a presionar más arriba, a recuperar antes el balón y a hilvanar posesiones más largas, mientras que el equipo colchonero esperaba en su campo para montar la contra. Iraola asumía ese riesgo y decide echar más leña al fuego sustituyendo a un medio, Óscar Valentín, por un delantero, Camello, y cambiando la formación del 4-3-3 al 4-4-2. El acierto de la decisión se hizo evidente rápidamente y el Rayo gozó de veinte minutos de claro dominio.
La entrada de Camello fue clave. El poder actuar de segundo punta, por detrás del tigre, le daba una libertad de movimientos mayor y unos espacios entre la línea de medios y la defensa que supo aprovechar a la perfección. Generó dos ocasiones claras que no terminaron en gol por muy poco.
En el minuto ochenta, Andoni siguió con sus decisiones arriesgadas y puso a debutar en primera división, nada más y nada menos que contra el Atlético de Madrid, a Pablo Muñoz, la joven perla de la cantera. Tan solo ocho minutos después, el cuerpo técnico dio entrada a Unai López y a Nteka, para cargar el área, y así llega la acción del penalti, con un remate del delantero francés. Otro premio a la valentía de Iraola y de todo el equipo que tiene detrás.
No es necesario un gol para dar valor al trabajo que hace posible que lleguen las ocasiones para anotarlo, pero está claro que lo hace más fácil. El fin de semana el Rayo hace una gran segunda parte contra el Getafe y la recompensa no llega, esta vez en el Metropolitano llegó en el último suspiro. Así es el fútbol, unas veces te da y otras te quita.
Lo que es innegable es la valentía de las decisiones del cuerpo técnico rayista. Dio continuidad a Dimitrievski, que estuvo seguro atrás, y dio la titularidad a Mumin, que hizo un partido muy sólido y que protagonizó una acción estupenda dando un paso adelante para dejar a Griezmann en fuera de juego en lo que hubiera supuesto el 2-0. Provocó un cambio de actitud en el descanso, cambió la formación, y los cambios que introdujo en el partido tuvieron un gran impacto sobre el juego del equipo y sobre el resultado final.