¿Y ahora qué? La decisión de mantener la clausura del fondo por dos partidos (J29 y J31) deja muchas disyuntivas y una conclusión: aquí no gana nadie.
No ganan los aficionados, tanto rayistas como de cualquier otra camiseta. Vallecas se quedará sin fondo por dos jornadas, perdiendo su ambiente, a su pulmón. Varapalo enorme para una afición que empezaba a recuperar sangre.
No gana el fútbol, pues ha quedado claro que continuará la sonrojante impunidad de insultos en los campos, algo visible en estadios como Cornellà-El Prat o el Bernabéu. Dos ejemplos de muchos. Ahí no pasó nada, ni pasará.
No ganan los jugadores ni los clubes, que seguirán siendo insultados y, para colmo, Rayo Vallecano y Albacete tendrán que jugar un partido extra entre semana. Más carga física en un calendario ya de por sí exigente.
No ganan los árbitros, que seguirán, por desgracia, siendo vejados ciudad por ciudad. No gana LaLiga, que saca el martillo para mostrar fuerza cuando el mundo lo que aprecia es descontrol. Una doble vara de medir indigna para una competición de esa talla.
Es un aviso a navegantes que no sé cree ni el mejor de los capitanes. Un “cuidado que si hacéis estas cosas actuamos”, pero después de haber dejado ya claro que ni actúan ni actuarán. Un absurdo. Postureo.
Rompo dos lanzas más. La primera: ¿Qué pasa con los aficionados que pagaron su entrada para aquel Rayo Vallecano-Albacete y vieron como eran expulsados del estadio con el partido sin finalizar? ¿Alguien se persona a devolverles, como poco, el importe de la entrada? Si usted va al teatro y se suspende la función, lo harían. Es lo mínimo. Pero no importan.
Y segunda lanza: ¿Qué pasa con los aficionados que tengan entrada en el fondo para los próximos dos encuentros y no profiriesen ningún grito aquel 15 de diciembre? Les están negando, sin haber hecho nada, dos partidos por los que han pagado.
Pasa lo de siempre, que al final pagan justos por pecadores. LaLiga, en lugar de esmerarse en identificar a quienes considere, vaya, algo así como malheantes, y sancionarlos a ellos, dispara a ciegas. Balas volando y que caiga quien caiga.
De la cuenta de Vallecas correrá el pato, pero el sonrojo por una decisión injusta es patrimonio de todos y de todas.
Porque LaLiga quiso agarrar con fuerza la bandera blanca y servir de ejemplo ante el mundo de como se lucha contra los insultos en el fútbol. Pero se les ha ido de las manos. No saben cómo abordarlo. Era una piscina llena de agua que ellos mismos han conseguido vaciar. Tiene hasta mérito.
Vaya por delante y quede bien clara mi rotunda condena a cualquier insulto proferido en un terreno de juego. Impunidad cero. Y vaya por delante que puedo entender la suspensión de aquel partido. Ese es otro tema que daría que hablar.
Pero jamás entenderé el doble rasero que LaLiga, árbitros y clubes han mostrado desde aquel 15 de diciembre. Y eso, hasta el más favorable a la sentencia, lo ve. Aquí no está ganando nadie. Y pierden muchos.