LA CONTRACRÓNICA
La mayor de las crisis puede ser una gran oportunidad (Algún “espabilao”)
Las fiestas navideñas traen mil cosas maravillosas y algunas no tanto. Entre estas últimas y en lo alto de la tabla la imposibilidad de entregar un texto a tiempo. La obligación (qué remedio) antes de la devoción y esas cosas. Entre las primeras un estado de ilusión que hace que los corazones se ablanden, la memoria se agrande y la generosidad se haga presente.
El Rayo Vallecano derrotó al Deportivo Alavés por dos goles a cero, y algunos, los menos impresionables hablan de otro “día en la oficina“. Ocho victorias y un empate en la mejor localía de Europa, casi nada al aparato.
Hace unos días me contaban que en la misma época en la que empezaba a patear una pelota el Rayo hizo lo mismo que ahora. Fue denominado “matagigantes“.
Una serie de coincidencias buscadas por una mente prodigiosa junto al espíritu de la navidad provocaron, entre ellos éste, una serie de “secretos revelados”.
Poco antes, mi hija mayor ya en bachillerato recibió un delicioso encargo de su profesor de historia, conseguir alguna instantánea que fuese desde la segunda república hasta el franquismo. Sin mucha fe trasladé la cuestión a mis padres y “lo que ocurrió a continuación te sorprenderá“.
Días después acudí a “mi casa” a ver a los míos y mi hija me llamó “voy para allá“. Del tema mencionado mis padres no habían dicho ni jota, pero fue aparecer ella y sacar mi padre una lata de pastas repleta de imágenes. Con ellas mi “aita” comenzó un relato de esas épocas, nos mostró a Jesús Azaña, sobrino del presidente de la república y padre de una tía de mi padre posando al lado de una avioneta, vimos una imagen de mi abuela, vestida de amazona y señorita de Málaga en antípodas ideológicas, nos develó una foto de familia en el Retiro, de apariencia “inofensiva” pero con un cartel mal tachado (recuerdo, eran los 50) que ponía “Viva Carlos Marx” y le vimos con melena rockera , sus campanas y su collar de pipas de sandía poniendo la voz a Araxes II en el último franquismo. Mis hijos alucinaban y yo maravillado, recordaba.
En las siguientes noches mis sueños buscaban encontrar un hueco en la memoria para mi abuelo materno, médico del Rayo en un Carranza, padre de un jugador ex-entrenador de la cantera franjirroja y extremo (nunca confirmado) de Osasuna cuando era joven . Se fue cuando uno era pequeño y a veces el dolor se hace olvido.
Tras la exhibición rayista con un gol al primer palo de Sergi Guardiola, otro en un balón parado de Catena, un larguero de Álvaro y un huracán que arrasó al Deportivo Alavés solo en la primera parte me pasó una cosa curiosa.
En esa noche, en la misma habitación donde murió mi abuelo y duermo a diario me vino un recuerdo. Ahí estaba él, sentado en su butacón oscilante, con su eterno pitillo negro, el que acabó con él ccuando de repente me hizo una confidencia. Isidro, trotamundos durante años de profesión, navarro de nacimiento, hijo de guipuzcoano, me contó algo como un secreto de estado. Eran ya los 80 pero el no se fiaba. Se aseguró de que nadie nos podía escuchar y me dijo que lo de los Reyes Magos era una patraña. Con apenas ocho años mis ojos acumulaban lágrimas pero aquello no le amilanó. “Papa Noel no vale nada” me espetó, haciendo una pausa dramática. Cuando agaché la cabeza, hundido y a punto de descargar mi torrente de decepción me pidió que me acercara y me dijo, en un susurro de Ducados al que ya estaba acostumbrado que el único y auténtico personaje de la navidad es el “Olentzero“, pero que siguiera la corriente a los demás. Me habló de un carbonero de cabeza gordita, a veces anchote otras un poco descuidado. Me preguntó si no había visto que detrás de casa no había una carbonería. Me cuestionó si no me había fijado en que la calle de al lado es Sierra Carbonera. Me hizo ver que cuatro calles más allá había otra carbonería. Todo atado para que en navidad no faltara un solo regalo.
Un ruido en la calle me despertó y tras él recordé apenado la lesión de Álvaro García tras su palo, la alegría de Catena tras su remate y la emoción de ver de nuevo a Falcao en la cancha tras mil y una jugadas de un choque intenso, duro, emocionante y divertido que terminaba con tres puntos más en la cuenta del Rayo, treinta ya y cuarto en la tabla al final de la jornada.
Me costó dormir de nuevo, pero tras más vueltas en la cama que las de Catena intentando zafarse de Laguardia lo logré y de repente, como a Estopa el de en medio de Los Chichos se me apareció el Olentzero. Txapela en cabeza, camisa por fuera, barba inconmensurable y tripa a su altura, saco a la espalda y una especie de lanza o garrote como punto apoyo su cuerpo no me sonaba pero su cara se me hacía conocida.
Quiso el despertador, de producción china y eficacia suiza despertarse en el justo momento en el que descubrí que nuestro querido Olentzero se llama Andoni Iraola.
Felices, blancas y franjirrojas fiestas a todos.