Aviso para jóvenes: El siguiente texto puede no ser de vuestro agrado pero, como diría alguien de verso escaso y prosa directa, como uno mismo es lo que hay.
Mas de un día después del Rayo-Barça, de esos diez minutos de ilusión, setenta de expectación y unos cuantos de decepción, muchos no han reparado en la verdadera naturaleza del choque.
No se trató de un David contra Goliath, de un pobre contra rico, ni siquiera de un partido de copa. Solo los que peinan canas o no usan el cepillo o las que se tiñen el cabello por costumbre pueden hacerse una idea a lo que me refiero .
El franjirrojos VS blaugranas de la noche anterior fue un tango de “arrinconados“, unos más que otros, la verdad, todo un involuntario relato generacional más allá del fútbol.
A un lado, el de los locales, algunos de los jóvenes que debían desde el respeto y la veneración a sus tótem ser motores de la diagonal roja, esa que surca el escudo al mando del tipo del brazalete, dejaron solo al canchero ya viejo pero intenso, orgulloso, de talento notable al servicio del grupo.
Los chavales, habituales de parroquias digitales en clave de foto o video no intuyeron que el mejor escaparate para ganar ayer en likes y followers era la osadía, el arrojo o la sorpresa.
Lo hizo Fran García, el único de ellos con un padrino blanco que le formó y llevará a buen seguro a un equipo de primera metiéndose hasta la cocina desde el lugar que más le gusta al humilde vallecano, la extrema izquierda, provocando el regocijo de la grada televisiva desde el Puente de Vallecas hacia arriba.
No le acompañó ninguno de su quinta, pero sí el siniestro tocayo de apellido, Álvaro, algo mayor que él. Le donó el gol, algo de energía desde el banco y una buena dosis de entusiasmo, la que no necesitó Oscar Trejo para sujetar durante casi todo el partido al equipo con ayuda de su portero y las maderas del campo de Vallecas, astilladas en varias ocasiones por el ímpetu de los zagales de Koeman.
Al otro, los visitantes, chavales que intentaron ser descarados, pero de pura imprudencia esquinaron de modo previsible e inaudito , y con permiso de su entrenador al mejor jugador de toda una generación, pelotero en el podio al menos de todos los tiempos, Lionel Messi.
Causó sonrojo como Riqui Puig y Francisco Trincao llegaron a ignorar en boca de gol, presos del deseo de anotar y demostrar su valía, al astro argentino que miró al cielo con hastío y resignación la necedad de su DT “el liquidador” quien fue contratado única y exclusivamente para eso.
Solo cuando Koeman vio que podía perder decidió acompañar a Messi de mas socios. De Jong, joven y listo, ya estaba en la cancha acompañando a Leo, pero no el gol no llegaba.
Entraron Jordi Alba, viejo socio comanditario del gol del 10 y Pedri, tan bisoño como inteligente futbolista que entendió a la primera que jugar con Messi es salir en los highlights siempre. Solo es necesario tirarle bien la pared, devolvérsela o moverse para que el rosarino te haga llegar la pelota.
De Jong, el mejor de la noche, mezcló primero con Griezmann y Messi para empatar y luego fue beneficiario de la sociedad menos anónima de futbol, un nuevo enlace aristocrático entre las casas de Alba y Messi que dolió en el lugar del mundo donde menos se quiere a latifundistas, oligarcas y capitalistas salvajes.
Con eso bastó para que el Barcelona, mas por talento que otra cosa se llevara la victoria y el pase, merecido, a cuartos de final de la Copa del Rey.
Los que nacimos antes de morir Franco nunca imaginamos un consuelo así. Pensamos que al cumplir cierta edad solo nosotros, los parias de la tierra tendríamos un futuro profesional poco creciente, de nulo progreso, lineal, discutible, difuso e incluso en mucho casos decadente o simplemente inexistente, pero no esto .
Podré decir a mis nietos que vi jugar a Messi arrinconado.