
Dicen que la permanencia debe pasar por Vallecas, pues aquí está la primera piedra, del tamaño de un cerro. Si Nervión y San Sebastián habían dejado buenas sensaciones era porque, más allá de los resultados, a este equipo se le veía un halo de equipazo. De tener cositas. Y partidos como este confirman que al Rayo, el nombre, hay días en los que se le va a quedar pequeño. Ante el Granada fue un ciclón: al descanso ya ganaba 3-0, relamía los huesos de su rival y hasta miraba la carta de postres. No hubo color sobre el nuevo verde de Vallecas. Sí un astro: Nteka, que dio un golpe sobre la mesa mientras los exploradores de Payaso Fofó siguen buscando un delantero en el mercado como si fuese el Arca Perdida.
Fue un domingo de ensueño, de los que suscitan una alegría tan grande que roza lo eufórico. Y te hacen perder la cabeza, creerte capaz de cualquier cosa. Sensación preciosa, pero peligrosa. La victoria empezó con un aperitivo de Estrella Michelin. El escacharrado electrónico de Vallecas reflejaba el minuto 3 cuando Alvarito pegó el primer zarpazo. Él, y la fortuna. Tras una galopada por la izquierda -marca de la casa- recortó, soltó un derechazo y el balón, desviado involuntariamente por Víctor Díaz, tomó una parábola perfecta para superar a Aarón y entrar rozando el larguero. Iraola apretó los puños mientras Robert Moreno, con un rostro de poema, contemplaba la escena. Apenas había abierto su botella de medio litro de agua y ya perdía.
Aún quedaba todo el menú, cocinado por Randy Nteka. El parisino demostró un nivel tan sobresaliente que, venga el delantero que venga, tendrá difícil la titularidad. Primero provocó un penalti de Domingos Duarte, que lo zancadilleó tras un recorte. Trejo, capitán del Santa Inés, lo transformó con un golpeo durísimo a su izquierda: Aarón adivinó, pero no llegó. Al borde del descanso aterrizó el 3-0, obra de Randy: zurdazo raso desde la frontal que entró acariciando el poste. Iraola, a esas alturas, ya corría por la banda al más puro estilo Fernando Vázquez.
Apenas cambió nada en la segunda parte. Luis Suárez mandó un tímido aviso estrellando un balón en el larguero (previo paradón de Dimitrievski, que desvió lo justo). Nada más del Granada, sólo eso. El Rayo, sin embargo, siguió fiel a su estilo, valiente y vertical. El cuarto llegó a la hora de juego: Alvarito puso un centro desde la línea de fondo y Comesaña, entrando como un tren, lo embocó en el segundo palo. Abrazo con Isi en la banda y frenesí en la grada. Ya iban cuatro, mucha sangre. No llegarían más.
En el minuto 70 llegó la imagen emotiva de la noche: Trejo fue sustituido bajo una enorme ovación. El Chocota cuajó una actuación soberbia que para él es cotidiana. Es lo que tienen los cracks, que hacen parecer fácil lo extraordinario. Dos asistencias y un gol más para su hucha particular. El Rayo tuvo posibilidad de firmar la manita, pero levantó el pie del acelerador y se contentó con lo logrado; suficiente. El partido ya sólo dejó el debut de Kevin Rodrigues, entrando por Álvaro García.
Y el jolgorio final de los 583 rayistas que estuvieron en las gradas. Balliu, en una entrevista con Unión Rayo hace escasos días, señaló que la primera victoria iba a “subir mucho la confianza”. También la euforia. No le faltó razón. Vallecas vivió un recital para soñar.
