El Rayo Vallecano, en el arte del sufrir, es un Pata Negra. Porque no, a la tercera tampoco fue la vencida: la Franja, cumpliendo con la tradición, dio el pregón copero con otro partido para el delirio. Hace dos temporadas sudó tinta china en Tarazona, la pasada fue un dejá vù en Teruel (ambas, decididas por un gol de Óscar Valentín en el último minuto). Y en esta, los oxímetros volvieron a quedarse sin batería. El Guijuelo, modesto líder de la Tercera RFEF, recibía por primera vez en su historia a un equipo de Primera. Y puestos a vivir una noche grande, decidieron hacerla gigantesca. Caótica. Llevarla al límite, a la tanda de penaltis. Y ahí murió la gesta de un equipazo llamado al ascenso. Honores a los muchachos de Mario Sánchez; y a su Municipio de 5.000 habitantes. La Copa no es grande por naturaleza, la hacen grande clubes como el Guijuelo. Eliminatorias como estas.
Iraola, consciente de que el calendario apretaba y que sus actores de reparto también son de Óscar, dio rienda suelta a las rotaciones. Sólo Comesaña (baja ante el Espanyol por sanción) se mantuvo del teórico equipo titular. Luca Zidane ganó la batalla de la portería; Mario Suárez, que sólo había jugado 3 minutos desde la primera jornada, salió de central; Pozo volvió a un once 220 días después y Qasmi, cuarto en la rutina liguera, tuvo su bala. Le salió rana. La Unidad B de la Franja (que acabó siendo prácticamente la A), cumplió con la bandera del sufrimiento a plena asta. Con taquicardias.
Porque el Guijuelo dio seria batalla; tanto, que enseñó las costuras del traje de Iraola. El Rayo vivió una montaña rusa. A los 5 minutos se adelantó en el marcador por medio de Pozo, vivo para aparecer como cazador y fusilar un balón muerto en el área pequeña. Fue un arranque tan dulce, que Vallecas se acomodó en su asiento y preparó para disfrutar de lo que pintaba a paseo; pero rápidamente la cuesta arriba se convirtió en un tobogán. El Guijuelo apretó durante 15 incesantes minutos y encontró las tablas, obra de Toti, que ganó la espalda de Maras, dibujó un taconazo y disparó al palo largo.
La Franja, tras unos instantes de confusión, recuperó el dominio y encendió el ventilador de ocasiones. Qasmi, el más errático, perdonó dos clamorosas: miró al cielo buscando en la divinidad explicaciones. Entre la Virgen de la Asunción y Johan, portero local, sostuvieron a los salmantinos, que atrincherados en campo propio se agarraron a la vida con el coraje de su gente. La pelota, bailando de lado a lado, buscó agujeros en la muralla local, que se mostró totalmente inexpugnable. Y el partido cayó en una dinámica estéril, muy preocupante para Iraola; hasta el punto que el de Usúrbil empezó a meter titulares: los primeros, Óscar Valentín -rey de copas- y Sergi Guardiola. Error 404, dieron tan poco resultado que la artillería, cuantiosa, pasó a convertirse en pesada. Isi y Trejo, también al césped artificial. All in.
Necesario, porque Kevin Rodrigues puso todo patas arriba con dos amarillas en dos minutos. Un absurdo carísimo del lateral; un disparo en su propio pie. Y el Rayo, con diez. Iker Recio entró para fortalecer el lateral y el Rayo acabó dibujado en un 4-3-2 con Isi y Sergi Guardiola en punta. Pero hubo mucho miedo, muy pocas ideas y menos disparos. El partido se fue a la prórroga porque ambos la firmaron. Y acabó en los penaltis porque ambos los firmaron. En esa angustiosa media hora el empuje (que no asedio) fue franjirrojo, como la clemencia. Sergi Guardiola, a los 3 minutos, yerró un mano a mano completamente solo y Trejo a punto estuvo de marcar gracias a una cantada de Johan. El partido se fue al juicio de los 11 metros. Donde todo se iguala.
La grada, ufana, entonó desde un “sí se puede” hasta un “orgullosos de nuestros jugadores”. Lo logrado por el Guijuelo ya era histórico, pero podía ser apoteósico. Empezaron disparando los locales: Alberto Rodríguez, a las nubes. Y la réplica rayista fue terrible: Mario Suárez, blandito a los guantes de Johan, que agitó la red con rabia. A partir de ahí, carrusel de goles hasta los últimos lanzadores. Por los salmantinos marcaron Caramelo, Rubén Carlos (con una tranquilidad pavorosa) y Toti; por los rayistas, Isi, Trejo y Comesaña (cada vez más líder).
A esas alturas la banda sonora de Psicosis resonaba por los pasillos del Luis Ramos, los termómetros marcaban 0º, nadie tenía narices a sentarse y la tensión se podía cortar con un cúter. El ambiente, de película bélica, acompañó. Y falló el Guijuelo: Cristóbal Gil, mediapunta y uno de los mejores de la noche, disparó suave a un lado, encontrándose con el cuerpo de Luca Zidane, que necesitaba un momento así. La responsabilidad cayó en Sergi Guardiola, hábil para engañar a Johan, sellar el billete y hacer respirar al rayismo. A Vallecas.
El Guijuelo, equipazo en mayúsculas, murió de pie. El Rayo se salvó de la quema y estará en el sorteo de este viernes (12:00 horas). Pidió “jamón del bueno” y recibió un rival de Pata Negra. La llama copera no se apaga.