“Si puedo llevar el brazalete algún día, lo portaré con mucho sentimiento”, afirmó Iris Ponciano (22 de junio, Madrid, 1995) en una entrevista a Unión Rayo la temporada pasada. En verano, y con el descenso de categoría, tocaba renovar el equipo al completo, y tan sólo una jugadora con ficha de la primera plantilla decidió quedarse. En un fútbol femenino cada vez con más movimientos y, sobre todo, en situaciones de incertidumbre es muy difícil encontrar una futbolista ‘One Club Woman’, que apueste por quedarse en el club en el que empezó desde pequeña y del que ahora es la primera capitana.
Porque de aquel Rayo Femenino en Primera División tan sólo sobrevive Iris Ponciano. Su historia es la de una niña que, con cinco años, ya estaba jugando con la pelota y soñando con ser futbolista profesional. Aunque para ello tuvo que empezar a jugar con chicos hasta los doce años, cuando entró en la cantera franjirroja. Con resiliencia, compromiso y esfuerzo diario se fue abriendo paso para, por fin, debutar en Primera División con apenas 16 años. Tuvieron que pasar cuatro años hasta que se asentara en el primer equipo, pero el extremo derecho ya empezaba a ser suyo.
Su velocidad, desparpajo y capacidad de sacrificio fueron sus primeras señas de identidad, siempre acompañada de su madre, Milagros del Río, que no se pierde ningún partido de su hija y que mira con orgullo como esa niña que jugaba en la Fundación ahora porta el brazalete del club de su vida. Por el camino, ocho operaciones de hombro que le hicieron plantearse si realmente merecía la pena ser futbolista profesional. Aunque era lo que más quería, y por lo que soñaba, tampoco dejó de formarse, estudió Enfermería y se sacó el curso de entrenadora.
Esa es su otra gran pasión, los niños. Y junto con su amigo Rubén Carbonell, llevan un equipo. Precisamente, su compañero en los banquillos también la acompaña en Vallecas y cada vez que hace una gran jugada grita orgulloso “eso se lo he enseñado yo”. Este año le tocó hacer frente a las críticas por quedarse, pero ella decidió seguir para sacar al equipo de Segunda División y a esa chica tímida le tocó armarse de valor y liderar sobre el verde. Esa jugadora que quizá se pueda pasar por alto, ese perfil bajo que quizá no destaque por encima del resto, pero a la que puedes ver en un mismo partido presionando como delantera, o despejando en defensa como lateral.
Normalmente los focos se suelen poner sobre otras futbolistas, y tal vez, los titulares recaen sobre sus compañeras, pero Iris es el ejemplo perfecto de amor a unos colores. Tuvo opciones de irse, pero apostó por el Rayo. Sin grandes números goleadores, sí ha anotado un gol esta temporada en partido oficial, el tanto decisivo para rascar un empate sobre la bocina ante el Juan Grande (1-1) y en el partido ante el Cacereño, volvió a demostrar que siempre está al servicio de su equipo y con una cabalgada por banda le regaló el tercer gol a Marianela Szymanowski. Una asistencia que la grada celebró pidiendo “Iris selección”, el último sueño que le queda por cumplir a la 7 rayista.
Por posición, dorsal, o por la capacidad de dejarlo todo en el campo, Iris se fija mucho en Isi Palazón, su homólogo en el equipo masculino. Aunque sin saberlo, ella también se ha convertido en el propio modelo a seguir para las futbolistas que suben de la cantera. “Puedo ser referente o no, pero que, sobre todo, las niñas que vengan del B o más abajo, que sigan luchando porque es posible conseguir su sueño”, afirmó el curso pasado la ahora capitana. Está marcando a una generación de niñas que sueñan con ser algún día como ella, mientras, al mismo tiempo, construye su propia historia en el club de su vida.
Su mejor ejemplo llega fuera del campo con su cercanía con las más pequeñas y sus detalles con Juanki, aficionado del equipo, y ahora amigo. Es la primera en dar la cara y la primera en celebrar una victoria. Porque Iris es el Rayo, es ejemplo de capitana, y la valentía, el coraje y la nobleza la acompañan desde cuna. Ha cogido el testigo de Alicia, Auñón y Pilar y tiene un único objetivo: llevar al Santa Inés a buen puerto. Por ahora, lo está consiguiendo.