Miami no lo confirmó, pero sí Las Gaunas. El Rayo Vallecano está fundido. Ya no es en reserva, sino directamente sin gasolina. Y resulta especialmente preocupante teniendo en cuenta que ahora llega el tramo clave de la temporada: los últimos 7 partidos y un hipotético playoff. La falta de gol, que esta vez rozó lo hilarante, ya era latente, pero ahora también es de oxígeno y de piernas. No le da al equipo, que en la combinación fatiga-ceguera ha vuelto a desaprovechar una oportunidad para escalar en la clasificación y acostarse cuarto. El partido tuvo tramos de destello, pero hace falta regularidad y jerarquía, no zarpazos milagrosos.
Porque es difícil proponer una primera parte más desabrida de la que formuló la Franja. Durante los primeros 45 minutos Santamaría, viejo amigo aunque poco recordado, apenas tuvo que tirarse una sola vez para manchar su traje. No llegaba el Rayo, que se agarró a los centros laterales y a una presunta mano no señalada, con excesiva fe. Y nula recompensa. Durante los primeros 10 minutos sí hubo trazas de coraje, pero nada más. El Logroñés, por su parte, tampoco fue un dominador abrasante, pero se asomó algo más al trono de Dimitrievski, que tuvo que esmerarse en dos ocasiones para evitar la desgracia.
La salsa de la receta la puso, en forma de susto, Fran García. El lateral se dio un duro golpe en un salto y cayó al suelo a plomo. Se iba el Rayo a la contra en un 3 vs 2 que el árbitro tuvo que detener ipso facto ante el temor de que lo del lateral fuese grave. Finalmente no lo fue, aunque sí atravesó un leve cuadro de conmoción, pero nada más allá. Paradojas del destino, la única vez que el conjunto de Iraola dibujó una ocasión verdaderamente manifiesta, Arcediano Monescillo tuvo que suspenderla. Fue una tarde aciaga para el velocista de Bolaños de Calatrava, que en la segunda parte tuvo que ser sustituido por molestias musculares.
En el segundo capítulo la trama cambió radicalmente. El miedo a cometer un error se convirtió, de golpe, en un recital de errores por parte de ambos. Álex Pérez erró en una salida y provocó un zambombazo de Bebé desde 30 metros. Acto seguido Trejo dio un mal pase hacia Antoñín que propició un mano a mano Nano Mesa-Dimitrievski. Lo ganó el macedonio. Todo se abrió, regalando un baile de idas y venidas en el que el Rayo comenzó a sentirse más cómodo.
Pero el gol sigue siendo sequía. Antoñín, el elegido para la batalla, no marca ni da una asistencia desde el 2 de enero (2-1 vs Alcorcón). Y lo peor para él no son sólo las cifras, sino la sensación de zozobra que lleva tiempo ofreciendo. Sin saber dónde colocarse concretamente, sin entenderse con sus compañeros, jugando sin cabeza. El Rayo, en definitiva, lleva mucho tiempo buscando el gol sin delantero. Y así es muy complicado.
Tuvo que ser Catena, de volea al saque de una falta, quien rematase para obligar a Santamaría a volar. El partido acabó jugándose a lo que quiso el Rayo, que lo intentaba sin espacios ni ideas. Las fuerzas escaseaban, pero el equipo se armó de coraje para apretar en un último cuarto de hora ilusionante. Mario Suárez la tuvo desde la corona del área, pero su golpeo con el interior salió alto. Y desde la misma posición lo intentó Isi, que salió en el 81′ y en el 82′ ya estaba probando fortuna, pero sin hallarla.
La más clara de todo partido llegó en el 89′. Olaetxea despejó mal un balón, dejándoselo en bandeja a Mario Suárez para que fusilase en el área pequeña. Remató el mediocentro… Y le salió al muñeco. La vida, perpleja ante lo que acababa de ver, quiso darle una segunda oportunidad y le devolvió de nuevo el balón en las mismas condiciones, pero lo mandó por encima del larguero. El banquillo no daba crédito. Pitido final, los de Iraola culminaron su segundo partido consecutivo sin ver puerta. Otra vez el gol fue condena.
El empate deja al equipo anclado en la sexta plaza con los mismos puntos que el Sporting, y sólo 4 por encima del Girona (y a expensas de lo que haga la Ponferradina, mañana, en Butarque). A Vallecas le tocará seguir viviendo, una semana más, con el agua por la cintura. Si el problema es la fatiga, la receta está sobre la mesa: la Franja no volverá a jugar hasta el lunes 26 de abril (en casa ante el Albacete). Ahora, 8 días de descanso. Tiempo clave para afrontar la recta final con garantías. No habrá gol ni fuerzas, pero sí 7 finales por jugar. Y este barrio no es de excusas.