DE OTRO PARTIDO
Contra todo pronóstico, esto es el Rayo.
Si los nervios estaban encendidos incluso con un resultado cómodo, es porque el Rayo Vallecano, durante el año, ha sido un equipo intermitente, capaz de lo mejor y de lo peor. Hoy, había que dejar la vida en el campo y, pese a un primer tiempo que anunciaba la catástrofe (un gol en el minuto 12, dos amarillas muy tempranas y un árbitro rival), el equipo supo pisar el freno y el acelerador. Después de los minutos acostumbrados, en los que el Rayo cede marcajes y goles, volvió rápido la inteligencia y la pausa; volvió el saber administrar el resultado que había empezado en Vallecas y que psicológicamente estuvo amenazado por un Leganés que fue el gol y algunas ocasiones claras tapadas por Luca Zidane. El equipo estuvo enorme controlando el partido y su propio partido, que en el principio parecía que proyectaba una expulsión rápida y un 0-2 antes del final de la primera parte.
ENVUELTO PARA REGALO
El 1-1, gol del Leganés.
Esta vez el obsequio viene de la otra parte. Un gol de cabeza en propia puerta que le dio vida al Rayo y muerte al Leganés. Estas cosas pasan en el fútbol, pero si pasan en estos compromisos tan cruciales, duelen más para el culpable del error. Advíncula sufrió lo mismo en aquel penalti frente al Elche. Ahora le tocó al Leganés. Gran pase de Trejo a Sergio, que anotó en propia puerta, siendo el punta que el Rayo otra vez echó de menos.
LO QUE SE LLEVA EL OJO
La voluntad del equipo y las apariciones de algunos jugadores.
En la naturaleza de este Rayo está permanecer confuso y ausente durante varios minutos que ha veces se tornan peligrosos y permisivos (en el gol del Leganés nadie va con el que remata). Pero para curar esos errores, el equipo tiene a hombres que aparecen mucho o poco y que cambian el partido. Esas jugadas concretas surgen de una maquinaria incansable, que insiste, falla, acierta, se equivoca, pero siempre está en marcha: Trejo, Isi, Fran García, Valentín, Catena… Si los demás no se muestran lo suficiente o tienen un mal día, cada motor nombrado siempre generará una energía peligrosa. El ojo, entonces, se lleva la entrega del equipo y alguna jugada personal: el pase de Isi en el 1-2, otra vez las paradas salvadoras de Luca Zidane y los detalles del omnipresente Trejo.
LA BOTELLA MEDIO LLENA
Visión prudente.
En el momento más difícil del año, y con dos triunfos increíbles e insospechados, la tendencia es ver la botella medio llena o llena del todo. Pero cuidado, nos queda un rival muy duro, con una defensa que en los últimos partidos está siendo impecable. Así que, de momento, dejemos el líquido por la mitad. Es lo más coherente para seguir siendo optimistas.
EN DEFENSA DE…
Luca Zidane, Fran García e Iraola.
El portero suplente del Rayo salvó, sin duda, que la eliminatoria estuviera igualada para el Leganés en el primer tiempo, y por eso ha sido, en este segundo partido, quizá la figura del equipo. Además de esas paradas decisivas, fue valiente cuando tuvo que salir a cortar y, como en el partido anterior, no le importó meter el cuerpo –“la humanidad”, dicen poéticamente algunos periodistas deportivos- en balones centrados por abajo o en remates a pelota parada.
Fran García mostró otra vez el futuro que tiene. Un jugador distinto y de Primera División.
Iraola, criticado y amado, hoy estuvo bien quitando a Saveljich, que tenía amarilla, y a Qasmi, inexistente, pesado, lento, sin recibir el balón y sin ir a buscarlo. Marcó Andrés, que la empujó en plan gol de fútbol sala. Sus apasionados podrán lanzarme dardos, el pasado de Andrés me protege.
El Rayo, que no merecía estar donde está, está donde está; con su pesada mochila llena de un año de pandemia, de partidos increíbles ganados y de otros increíbles perdidos, de actuaciones polémicas de la directiva y de los árbitros, de fallos y aciertos del entrenador, de broncas entre los socios y el club, de una temporada difícil para el equipo femenino que al final terminó salvando la categoría, de estafas con la entrada del primer partido de esta eliminatoria (soy uno de los afectados), de lágrimas agridulces, de mirar la camiseta y pasar de decir “¿Para qué carajo me la compré?” a decir “Hoy me la pongo”; ese Rayo, ese club, equipo amado y club odiado, juega la final del playoff contra el Girona. Increíble creíble. Oxímoron, como el sol oscuro de los alquimistas.
Hoy, el saludo es para Miguel y Carlos, de El Rincón, el mejor bar de Malasaña.
Un abrazo grande a esos dos grandes amigos seguidores de La Franja. Porque tienen sus corazones contaminados por otros dos equipos (el Barcelona y el Real Madrid), el Rayo siempre será oxígeno necesario entre tanto dióxido de carbono.
Y a vosotros, gracias por la lectura y a disfrutar del sueño más inesperado: estar en Primera. Hasta el próximo Pase Corto.